Por Víctor Spinelli Fotos: AFP
Finalmente, el sueño de miles se hizo realidad: En la noche del miércoles 7 de marzo, Roger Waters brindó el primero de los 9 conciertos programados para Argentina, presentando su gira 'The Wall Live'. Un show sorprendente que mantuvo a más de 40 mil personas al borde del colapso emocional durante casi dos horas.
Un show sobre todo visual, con constantes referencias a las víctimas del sistema, a "los todos los desaparecidos, muertos y torturados" -a quienes el artista dedicó su primer show en el país-, a las vidas perdidas y a las familias destrozadas gracias al sinsentido de las guerras. Una obra teatral, una auténtica ópera rock con inicio, conflicto y aquel desenlace que, a la larga, termina por constituir un nuevo comienzo.
El espectáculo arrancó a las 21.15. Un gran comienzo con 'In The Flesh?': un impactante show de fuegos artificiales, Waters caracterizado como aquel líder autoritario para dar su primer y desafiante discurso: "¿Algo que se te escapa, cariño?... Si quieres saber qué hay detrás de estos fríos ojos, deberás escarbar detrás del disfraz" y, finalmente, el infaltable avión estrellándose contra el muro: una primera aproximación al drama disimulado detrás del impecable uniforme.
Luego, los gigantescos títeres: El profesor castrador/castrado, en 'Another Brick On the Wall'; la macabra y sobreprotectora 'Mother'; y la amada e idealizada, aunque no por eso menos odiada y deformada Sra. Floyd, en 'Don't Leave Me Now'. Un cielo gris, en una pantalla bombardeada por símbolos, marcas, ideologías, personalismos, en 'Goodbye Blue Sky'.
El espectáculo arrancó a las 21.15. Un gran comienzo con 'In The Flesh?': un impactante show de fuegos artificiales, Waters caracterizado como aquel líder autoritario para dar su primer y desafiante discurso: "¿Algo que se te escapa, cariño?... Si quieres saber qué hay detrás de estos fríos ojos, deberás escarbar detrás del disfraz" y, finalmente, el infaltable avión estrellándose contra el muro: una primera aproximación al drama disimulado detrás del impecable uniforme.
Luego, los gigantescos títeres: El profesor castrador/castrado, en 'Another Brick On the Wall'; la macabra y sobreprotectora 'Mother'; y la amada e idealizada, aunque no por eso menos odiada y deformada Sra. Floyd, en 'Don't Leave Me Now'. Un cielo gris, en una pantalla bombardeada por símbolos, marcas, ideologías, personalismos, en 'Goodbye Blue Sky'.
Los ladrillos se van apilando entre el personaje, encarnado en Waters y su banda, y el público, el mundo real: "Adios", alcanzará a saludar el músico a través de una pequeña hendija a la vez que se despega del mundo de los sentidos y antes de que, finalmente, el último bloque esté en su lugar, configurando ahora un impenetrable muro de 80 metros de largo y 10 de alto.
La segunda parte del show llegaría después de un break de algo más de 20 minutos, cuando las luces del estadio volvieran a apagarse para dejar ver nada más que una imponente pared de piedra, mientras que los acordes acústicos de 'Hey You' e 'Is There Anybody Out There?' sonaban como viniendo desde dentro de nuestras cabezas. Recién en 'Nobody Home' se lo pudo ver nuevamente al ex Pink Floyd: sentado, sólo, en un pequeño cuarto, entonaba la desgarradora letra, que luego llevaría a los recuerdos de aquella artista, 'Vera' y las emotivas imágenes de aquellos hijos que, a diferencia de él, sí pudieron recibir y llorar junto a sus padres cuando regresaron de la guerra. La siempre conmovedora 'Comfortably Numb' no tardó en llegar, ni tampoco la historia, que volvía a empezar: luego del trance, todo parecía estar nuevamente en su lugar; aunque la realidad era que "Te tengo malas noticias, cariño: Pink no se siente bien, se quedó en el hotel, nos mandaron a nosotros para reemplazarlo". Nuevamente uniformados, toda la banda delante del muro, a la vista del público, y otra vez aquella cháchara repetitiva, demagógica, desafiante, discriminatoria a la que nos tienen acostumbrados: A los diferentes, "si por mi fuese, los mataría a todos". "Hay algún paranóico en el estadio?", preguntó entonces Waters en inglés, para dar comienzo a la caza en 'Run Like Hell' y esperar a los gusanos carroñeros.
"Quiero irme a casa, quitarme este uniforme y dejar este show. Y espero en esta celda, porque debo saber si todo este tiempo he sido culpable". Una autobiografía trágica que, en el escenario, se vuelve un drama universal que todos, conozcan o no la historia del autor, hayan o no seguido su trayectoria, entienden y a la que se identifican casi instintivamente. Porque 'The Wall' no es un disco, ni una película, ni un show. The Wall es la historia de la vida cotidiana de millones de personas: es el miedo, es la dependencia, es el juicio de valor, el engaño, es la lucha por salir de todo aquello, el conflicto entre la comodidad de la pasividad y el pulso activo del deseo de ser más, de ir más allá de lo pautado: The Wall nos pone frente a una pregunta siempre latente -igual que evitada- que agujerea por igual a diferentes épocas, culturas, sociedades e ideologías: ¿Cuál es mi responsabilidad en toda esta locura? Esto fue lo que 42 mil fanáticos sospecharon cuando, luego del juicio ('The Trial'), al unísono y con el puño en alto demandaron: "¡Derriben el muro, derriben el muro!". Y el muro cayó.
Fuera del muro, la vida parecía feliz. Sonaron mandolinas, guitarras, ritmos y voces alegres.
Roger Waters continuará presentando 'The Wall Live' los días 9, 10, 12, 14, 15, 17, 18 y 20 de marzo en el estadio River Plate.
Entradas y más info en http://www.livepass.com.ar/evento/30/roger-waters-lleva-su-the-wall-live-tour-a-sudamerica
Fuera del muro, la vida parecía feliz. Sonaron mandolinas, guitarras, ritmos y voces alegres.
Roger Waters continuará presentando 'The Wall Live' los días 9, 10, 12, 14, 15, 17, 18 y 20 de marzo en el estadio River Plate.
Entradas y más info en http://www.livepass.com.ar/evento/30/roger-waters-lleva-su-the-wall-live-tour-a-sudamerica
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