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8 de abril de 2013

A Perfect Circle en el Malvinas: eMOTIVe

Por Víctor Spinelli, para Rock.com.ar

Los esperadísimos A Perfect Circle llegaron por primera vez a nuestro país, y Mike Patton volvió, esta vez con Tomahawk.


2 de Abril de 2013. Una noche esperada. Más que esperada. A Patton lo vemos hasta dos o tres veces por año. En cambio, A Perfect Circle, el proyecto del guitarrista estadounidense Billy Howerdel, que tiene ni más ni menos que al polémico líder de Tool – Maynard James Keenan – por vocalista, se había hecho rogar durante largo, larguísimo, tiempo. El alejamiento del dúo por tiempo indeterminado desde 2004, y las repetidas y explícitas negativas de Keenan y Howerdel en los medios acerca de la posible reunión, terminó por convertir toda posibilidad de tenerlos en vivo en una utopía.

Sin embargo, no todo estaba perdido: las esperanzas volvieron en 2008, cuando el cantante anunció que estaban componiendo nueva música juntos, aunque aclaraba no tener intenciones de hacer giras grandes o grabar un nuevo disco. Dos años más tarde, A Perfect Circle estaba nuevamente en los escenarios estadounidenses. Sólo faltaba un paso. Un pequeño paso.

Fieles a su espíritu, los norteamericanos volvieron a sorprendernos cuando, en Diciembre de 2012, anunciaron que, en su primera visita a Sudamérica, en el marco de los Lollapalooza Chile y Brasil, se harían un tiempo para cruzar la cordillera y venirse a la Argentina, concretamente el 2 de abril del año siguiente. La de 2012 fue, sin dudas, una feliz navidad.

Tomahawk: Extraños compañeros.

Tomahawk tomó el escenario pasadas las 21, luego de la fugaz pero contundente presentación de Carajo, y de una interminable y tediosa espera coronada por una repetitiva e irritable música de fondo.

Por fin en escena, el cuarteto fronteado por Patton y co-liderado por el guitarrista Duane Denison (el ideólogo, a decir verdad) y completado por el también ex Mr. Bungle Trevor Dunn en bajo y John Steiner en batería, le dedicarían a su público 13 canciones a través de las cuales presentarían el trabajo de la banda, y entre las que, curiosamente, sólo aparecieron dos de Oddfellows, la placa más reciente: los dos singles, los ‘hits’ ‘Oddfellows’ y ‘Stone Letter’. El repertorio se completó con canciones de los discos anteriores, entre las que resaltaron ‘Coward’, ‘Flashback’, ’101 North’, ‘Laredo’.

El show, intenso, potente y de un sonido impecable, sin embargo terminó por tornarse repetitivo. Dejo abierta la posibilidad: quizás sea que ya estamos demasiado acostumbrados al estilo Patton que, por otra parte, sumó en su interacción con el público, siempre en castellano (aunque para él, pareciera, todos somos México) y con un envidiable constante buen humor.

A Perfect Circle: No weak, no powerless.

El plato fuerte de la noche tardó, aun, un rato más. Es que a pesar de lo austero del decorado – una gran red blanca con el logo de la banda -, el impactante show de A Perfect Circle daría gran protagonismo al importante juego de luces LED estratégicamente colocadas a lo largo y ancho del escenario.

Todo dispuesto, antes de que el recinto quedara a oscuras, el anuncio que se podía leer en diversas columnas del estadio era oficializado por el altoparlante: por pedido de la banda, dadas las características del show, “similar a una ópera o función de cine”, se encontraba terminantemente prohibido el uso de filmadoras, grabadoras o cámaras fotográficas, así como también elmosh (¿pogo?), multitude surfing y toda actividad agresiva que pudiese perturbar la tranquilidad de la audiencia y “cuestionar la seguridad pública“, so riesgo de expulsión y/o confiscación del material y equipos que, además, no serían devueltos.

El malestar – tanto del público como de quienes, además, estábamos allí para tomar fotos – se hizo evidente en un abucheo generalizado. Aunque, reconozcámoslo: el ‘mal momento’ duró hasta que, de a uno, Jeff Friedl (batería), Matt McJunkins (bajo), James Iha (guitarra y teclados) y, finalmente, Billy Howerdel y Maynard James Keenan fueron tomando posición ante la locura de un público profundamente excitado y ansioso.

El oscuro y emocionante set arrancaría con dos covers, los que abren el tercer y por ahora último disco de la banda, eMOTIVe: la terrorífica pero casi infantil ‘Annihilation’, de los también californianos Crucifix, y la tenebrosa versión de un himno eterno del rock: ‘Imagine’.

Maynard, desde su habitual plataforma en la penumbra, al fondo del escenario y consciente de ser ‘uno más’, dejaba hacer a Howerdel, quien poco a poco dejaría bien en claro la realidad de su liderazgo.

Con el público en el bolsillo – aunque padeciendo algunos problemas de sonido que se arreglarían conforme avanzara la velada -, llegaron los primeros clásicos de cuña propia: ‘Weak and Powerless’ y el megahit ‘The Hollow’, que terminaría de hacer estallar a la multitud, que colmaba el Malvinas. Enseguida, sin una palabra por fuera de las emitidas en compañía de la música, llegarían dos que calmaron el ambiente sumiéndolo, a decir verdad, en una suerte de confusión ansiosa: al parecer, no muchos supieron reconocer las que siguieron: otro cover en la particular clave de la banda, el súper clásico de los 80s ‘People are People’ (Depeche Mode) y el extraño remix de la tranquila ’3 Libras’, incluído en el CD/DVD aMotion (2004).

Todo volvió a la oscura normalidad con el combo ‘The Noose’ y ‘Blue’, ahora sí reconocidos al instante y coreados de punta a punta por prácticamente la totalidad de los asistentes en un rumor multitudinario e imparable que, paralelo a la melancólica y versatil voz de Keenan y los sentimentales arpegios de Howerdel, daba a la escena la impronta de un poderoso mantra, quizás propio de un antiquísimo ritual iniciático. El vocalista, que hasta el momento no había dejado su lugar más que para alcanzar una copa de vino (quizás de su propia reserva) a Mike Patton, coronaría este gran momento con una palabra, la primera dirigida a sus fieles. Una sola, simple, cortita, pero de esas dos o tres que siempre, a la larga, traen buenas cosas: “Gracias”.

El clima, en inminente hervor, fue recalentándose con ‘By and Down’ – tema inédito, presentado en 2011 durante la gira norteamericana -, la temperatura aumentó con el agresivo ‘Rose’ y, finalmente, explotó: ‘The Package’ se desarrolló con la natural y tensa tranquilidad que lo recorre para, promediándolo, hacer volar todo por los aires: Howerdel, totalmente sacado, saltando y corriendo por el escenario transmitía con sus contorsiones cada uno de los violentos golpes que asestaba a las cuerdas. McJunkins, a su lado, azotaba el cuerpo de su bajo, Iha se encargaba de recargar el ambiente con samplers retorcidos, y el bestial Jeff Friedl agredía a los parches y platillos como si no hubiese un mañana. Maynard pondría la frutilla ha este exquisito postre, con su segunda y también escueta pero contundente interacción con el público: “Las Malvinas son Argentinas”, dijo. Nada poco, para un 2 de Abril en Argentina.

Luego de semejante descontrol, de tal ebullición ¿Cómo seguir? ¿Hacia dónde ir: intentar superarlo o bajar decibeles? Las piezas sobraban: independientemente de cual fuese el sendero a tomar, quedaban grandes composiciones en la bolsa mágica de estos hipnotizadores profesionales.

Sin embargo, la elección de los últimos tres dejó a muchos con las ganas. La serie arrancaría con la experimental y cuasi electrónica “Counting Bodies Like Sheep to the Rhythm of the War Drums’ (remix de ‘Pet’ para algunos, segunda parte del mismo, para la banda) y seguiría con la moderada ‘Passive’. Concluyendo, tras amagar con la intro de ‘When the Levee Breaks’ (viejo blues de Memphis Minnie & Kansas Joe McCoy, convertido en clásico por Led Zeppelin), llegaría el cierre definitivo con una que todos conocían: ‘The Outsider’.

Ovaciones interminables desde abajo. Otro escueto “Gracias” y una rápida salida del cantante y el resto de los músicos, excepto del ideólogo e indiscutible líder, y quizás la escena más emocionante, un paso que probablemente se repetiría unos días después en Chile, pero que aunque sea por un momento, quisimos creer único, sólo para a nosotros: mientras su guitarra, abandonada sobre un amplificador, emite penetrantes acoples Howerdel, manifiestamente conmovido, junta las palmas de sus manos y, de rodillas, se inclina ante sus leales seguidores.

El show, que duró alrededor de una hora, no decepcionó; aunque hubo ausencias llamativas: “¿Cómo no van a tocar ‘Judith’?”o “¡Faltó ‘Orestes’!” fueron algunos de los reclamos que se escucharon a la salida – y con los que acuerdo y me sumo con la preciosa ‘Breña’ -. Pero, sincerémonos: cualquier canción hubiese sido una buena excusa para tener, aunque sea unos pocos minutos más, a estos cinco monstruos delante nuestro haciendo lo que mejor saben hacer. Quizás para la próxima.

Publicado originalmente en Rock.com.ar

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